jueves, 10 de septiembre de 2015

Presbicia en un mundo político visual.

Sobre la arena clara yacía un niño, parecía estar siendo erosionado por el suave roce de las olas sobre su cuerpo. Aylan era su nombre, tres años tenía. ¿Origen? sirio. ¿Consecuencias del hecho? Conmoción y movilización mundial.

Sobre el cemento frío yacía un joven. El cráneo seguramente estallado por la caída. Cristian era su nombre, diecisiete años tenía. ¿Origen? Villa Soldati ¿Consecuencias del hecho?

Es interesante analizar, dentro de lo posible, la reacción que generó la reciente noticia de la aparición del cuerpo de un niño sirio, que escapaba de la desidia, en las costas de XXX, Turquía. La imagen del pequeño indefenso huyendo de su patria, escupido por gobiernos europeos y por el mismo mar, sin vida sobre la costa, sin duda fue de gran impacto.
Surgió, por un lado, un gran activismo a través de las redes sociales, probablemente lógico entendiendo que vivimos en una realidad inmersa en ellas y los lugares que estas alcanzan pueden llegar a ser logros sumamente tangibles y concretos. Como reacción a este fervor virtual, también se visibilizó un fuerte desagrado al sentimentalismo, devenido en aquel activismo previamente mencionado, que inundó facebook, twitter y demás redes.

Más allá del nivel de me gustas o de las veces que fue compartida cierta noticia, es interesante concentrarnos en qué efecto genera y por qué. En el caso de Aylan, el saldo fue -a pesar de lo horrible del hecho- relativamente positivo: numerosos pueblos de Europa se levantaron exigiéndole a sus gobiernos mayor presencia del aparato estatal en esta situación que azota la realidad de nuestro mundo hoy: los migrantes sirios.

En la introducción de esta nota se menciona también otro caso: el de Cristian. ¿por qué este no tuvo la misma repercusión que el de Aylan? ¿por qué no conmovió al grueso de la población mundial, o al menos la argentina? ¿a caso no fue su muerte el reflejo de un problema también de grandes dimensiones? No soy partidaria de que porque muchísimos casos no tengan repercusión, se menosprecie a uno que si la tuvo pero ¿por qué no nos conmovemos con la muerte de un pibe de villa soldati, que está acá nomas? ¿y por qué si con la muerte de un niño sirio, lejano, muy lejano?

El arco de opiniones, teorías o hipótesis que pueden surgir como respuesta a estos interrogantes es muy amplio, hasta incluso pueden surgir más cuestionamientos.

Además de la tan poderosa y contundente influencia, enmarcada en una estrategia política particular, que efectivamente llevan a cabo los responsables de transmitir los sucesos -los medios- ¿cuál es ese factor que determina la conmoción que genera tal situación en cierta población? ¿es acaso la distancia? ¿la sensación de que está fuera de nuestras manos la posibilidad de cambiarlo? porque, creame señor/a lector/a, lo de Villa Soldati estuvo en nuestras manos.

¿Hasta cuándo vamos a seguir sufriendo esta presbicia? ¿Por qué nos es tan fácil hacer foco en lo que más lejos nuestro está, y tan difícil hacerlo en lo que nos atraviesa cotidianamente como pueblo?

En el caso de Cristian, fue la ausencia del estado, la huida cobarde del gobierno de la ciudad lo que lo asesinó. En el de Ayslan, un estado violento y cruel, y muchos otros indiferentes.

El concepto de “Estado” ha sido definido por centenares de autores a lo largo de la historia, al centrarnos por ejemplo en Thomas Hobbes, este afirmaba que este era “Una institución, cuyos actos, por pactos realizados, son asumidos por todos, al objeto de que pueda utilizarse la fortaleza y medios de la comunidad, como se juzgue oportuno, para asegurar la paz y la defensa común.”; Hegel, por otro lado, establecía que “El Estado es la conciencia de un pueblo.”

Con una visión más “naiv” San Agustín establecía que este “Es una reunión de hombres dotados de razón y enlazados en virtud de la común participación de las cosas que aman.”

Resulta fascinante como, obviamente bajo la influencia de nuestras perspectivas político-ideológicas, se abre un abanico de definiciones, contemplando cada una de ellas a diversos ejemplos de gobiernos actuales e históricos. La presencia, la intervención, la representación, el respeto, la tolerancia y la protección, parecen ser algunos de los factores a tener en cuenta a la hora de analizar la relación entre estado e individuo que finalmente caracteriza a un gobierno. Los niveles de intensidad con los que cada uno de estos conceptos aparecen en una gestión y la forma en la que se manifiestan son también puntos interesantes a considerar.

Cuando Hegel afirma que “El Estado es la conciencia de un pueblo.” podemos preguntarnos; si el estado representa nuestra conciencia, ¿qué está tan mal en nuestras cabezas que permitimos que aquella herramienta que se supone debe obrar según la voluntad popular y cuidarnos haga -o no- lo que hace? ¿Si el estado fuera nuestra conciencia, dormiríamos tranquilos hoy? ¿Podríamos vivir con la muerte de un pibe que cayó de un balcón por “nuestra” negligencia? ¿O de uno que se ahogó porque lo perseguimos, torturamos y violamos sus derechos?

Con frecuencia se escucha que el “Estado tiene la función, el deber, de representar a la sociedad” pero si es asi ¿no deberíamos nosotros actuar en consecuencia? ¿por qué no nos corresponde, como miembros de una sociedad civil, representar también al Estado?

Esta relación de “doble representación” puede peligrosamente llegar a transformarse en una especie de círculo vicioso y tener resultados sumamente constructivos como destructivos, pues no podemos dejar de lado en esta hipótesis el hecho de que cada individuo elabora una visión político-ideológica particular que inevitablemente se transforma en un factor que excluye, en consecuencia, otras perspectivas. Esto es justamente una de las libertades que podemos gozar casi plenamente como individuos pero que, el estado en su rol de representante de la sociedad, de un masivo de individuos, no puede ejercer totalmente. Por otro lado, siguendo con esta línea de que cada ciudadano posee una visión político-ideológica propia, surge la cuestión de que esta, inevitablemente deviene en una determinada concepción de estado. Es en este punto entonces, en el marco de la hipótesis de “doble representación” cuando se plantea un conflicto: si dos seres pertenecientes a una misma comunidad entienden al estado que los representa como cosas distintas y le atribuyen valores que pueden llegar a ser adversos ¿hasta qué punto se puede dar esta doble representación? Si todos, por ejemplo, entiendiesemos que el estado debe ejercer la violencia como solución ante todo, y como individuos actuamos en consecuencia de esa postura ¿no se transformaría en una catástrofe? o si entendemos que el estado no debería intervenir en la realidad social y económica de los ciudadanos ¿no nos transformaríamos en seres alienados y egoístas?

La presencia estatal no tiene porque ser amenazante, el individualismo y la deshumanización de las relaciones sociales que hemos heredado -en nuestra condición de argentinos- de la maldita dictadura y de los putos 90, es ese trauma que nos impide avanzar como sociedad, como seres humanos, apostar a lo colectivo por sobre lo individual, a la justicia social: eso a lo que varios gobiernos de la región han intentado llegar contra viento y marea, contra bandas y estrellas.

Ejemplos de un estado presente, inclusivo, justo y soberano sobran, a mi entender creo que no hace falta salir de la Argentina (si, claro está, de la ciudad porteña), pero ¿cuántos son en el mundo? ¿cuántos han pretendido a lo largo de la historia poner los derechos de los más débiles por sobre los intereses de los poderosos?

Dejemos el naiv de San Agustín y pongamos las cartas sobre la mesa, esto no es cuestión de suerte, del destino o de cualquier otra fuerza mística ajena a nuestras capacidades de comprensión, cotidianamente hay seres humanos de por medio, gente con nombre y apellido muriendo, y gente con nombre y apellido responsable de eso.

Usemos los anteojos, miremos, veamos, abramos los ojos y hagamos foco en el número del bondi que viene ahí a lo lejos sin perder de vista a la letra chica que nos indica hacia dónde va.







martes, 9 de junio de 2015

Carneros

Son cinco ya los paros que se han desarrollado a nivel país desde la asunción de Cristina Fernandez de Kirchner al gobierno y lo que es interesante analizar de estos acontecimientos no siempre son las consecuencias, sino más bien las causas, los actores, y sus respectivas interpretaciones de la realidad y de la medida de fuerza en sí.
Cada uno de estos sucesos se ha caracterizado por ser convocado por las centrales obreras opositoras y por ir, paulatinamente, aglutinando otros sectores del arco político, sindical e incluso social.  Moyano, Barrionuevo, Piumato son algunos de los nombres que resuenan en los medios y en el voceo popular al hacer alusión a los actores principales de este hecho pero conforman tan solo la punta del iceberg que pretende hundir al barco.
Para empezar, ¿por qué no hacer foco también en “la izquierda”?
Historicamente los partidos políticos que responden a esa ideología han sabido autoproclamarse defensores de los intereses de los trabajadores pero también, en muchas ocasiones, han fallado rotundamente a la hora de saber interpretar la realidad, la historia y la identidad de un pueblo como el argentino por poner por sobre todo preceptos y duras doctrinas.
Cuando ponemos el ojo sobre la izquierda, esta parece ser un caldo de cultivo para cualquier tipo de interpretación y un germen de numerosos debates. Por más que se esfuerzan en sus ámbitos de militancia para diferenciarse de quiénes convocan los paros y adueñarse de los reclamos como voceros de un pueblo supuestamente indignado, a la hora de tener en cuenta la correlación de fuerzas es inevitable ubicar a este sector en el furgón de cola de los poderosos, de la derecha a la que supuestamente combaten.
Nadie con la más mínima conciencia social puede impedirle a este sector ni a cualquier otro reclamar por mejores condiciones de vida para la clase trabajadora, pero tampoco alguien con la más mínima conciencia política puede ignorar el hecho de que, incluso mostrando forzados intentos por desvincularse, están siendo cómplices conscientemente de una maniobra desestabilizadora y reaccionaria llevada a cabo por los grupos más nefastos y retrógradas que históricamente han prevalecido en el armado de este país. Entonces ¿podemos seguir pensando que dos actores que convocan a una medida de fuerza como tal, dirigida contra un gobierno popular son completamente antagónicos? ¿Podemos seguir negando la presencia de coincidencias entre ambos? ¿Y qué tipo de coincidencias son? Es perturbador pensarlo de esta forma, quizás es hasta una especie de bola de metal que viene a demoler todas nuestras conjeturas y preconcepciones, pero es, también a mi entender, una realidad concreta. Y como decía el general, la única verdad es la realidad.
Al encarar un análisis del paro en sí, por un lado sería absurdo decir que todos los reclamos, teniendo en cuenta su esencia como tal y no quiénes los citan, son falacias, pues el impuesto a las ganancias, la inflación y la precarización laboral son asuntos que aún hoy atraviesan a la masa trabajadora.  Sin embargo, también sería absurdo decir que estamos en cero, que este gobierno se ha dedicado – como afirman los líderes sindicales que, como decía Evita, no son más que carneros de la oligarquía- a degradar las condiciones de vida de la sociedad, cuando en estos últimos años se ha mejorado notablemente la situación socioeconómica de gran parte de nuestro pueblo.  
Por otro lado también sería muy cómodo decir que vivimos en una situación idílica cuando aún hay sectores que se encuentran relegados, pero del mismo modo es muy conveniente acusar y poner a cargo del estado los perjuicios ocasionados a un pueblo que ha sido en reiteradas ocasiones víctima de gobiernos y mercados liberales y totalitarios, y grupos de poder antipopulares y reaccionarios que este kirchnerismo al que hoy se le hace un paro ha sabido combatir. Es completamente incoherente tomar como acción de fuerza el corte del transporte, por ejemplo, cuando los más afectados son los mismos ciudadanos, mientras los verdaderos responsables de la situación que convoca esta medida, los que manejan el poder económico, disfrutan viendo como se intenta desgastar a la institución estatal riéndose desde la comodidad de su realidad.
Las razones por las que hoy muchos decidimos no parar no son puramente partidarias, no son por estar de un lado ni por estar en contra de los reclamos en su esencia ni, mucho menos, de los trabajadores, son por negarnos a ser cómplices de una medida que se disfraza de revolucionaria, de popular cuando no es más que una jugada desestabilizadora en manos de las corporaciones judiciales, mediáticas y económicas de este país, las mismas que se dedican a someter al pueblo, y a las que este gobierno ha decidido enfrentar democráticamente poniendo en juego su propia estabilidad en pos de encausar la justicia social, la soberanía política y la independencia económica.  
Al tener en cuenta el contexto los actores que forman parte de este escenario impuesto hoy son varios pero la verdadera disputa, el antagonismo real se da entre solo dos.  Mientras uno de ellos -los líderes sindicales- debería velar y exigir mejores condiciones para los trabajadores siendo representantes de ellos y no al revés, al otro –el gobierno- le corresponde garantizarlas. Sin embargo hoy en día es este último actor el que cumple su función mientras el otro se dedica constantemente a llenarse la boca con reclamos por asuntos que ni los rozan, dejando sin representación real y coherente a la  masa trabajadora que es la que realmente sufre los boquetes  de una justicia social que crece cada día más pero aún no inunda debido a los grandes extractores que históricamente se han dedicado a dejar seca la realidad tanto material como política de nuestro pueblo.

martes, 20 de enero de 2015

Lo que Nisman se llevó.


Al igual que supongo muchas otras personas yo soy de los que este lunes se quedaron despiertos hasta tarde esperando que, dentro de tantas incoherencias, salga a la luz alguna certeza. Y así fue, a eso de las 3 y diez de la madrugada, luego de un vagaje infernal, se anunció la muerte de quien se desempeñaba como fiscal en la investigación del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que en 1994 se llevó la vida de 85 personas. La ola de euforia informativa que había comenzado a elevarse a eso de las 23 hs. en el mar de las redes sociales rompió fuertemente cuando la noticia fue confirmada: el fiscal que había denunciado a Cristina Fernández de Kirchner, al canciller Timerman y a otros funcionarios kirchneristas había sido hallado  sin vida en su departamento en Puerto Madero. 


El hecho estaba en boca de todo el país. Medios oficialistas y opositores dedicaron toda su programación a lo sucedido disponiendo de escasos datos al respecto. Lo mismo pudo verse en estados de Facebook y en tweets. Con un suceso en donde las incertidumbres abundan y las certezas escasean se generaron innumerables hipótesis, acusaciones, posturas y demás, sin tener soporte argumentativo alguno.

Vivimos en una era completamente atravesada por la comunicación y, a su vez, su veracidad se encuentra constantemente amenazada por la inmediatez y la búsqueda de la primicia. La información se brinda en cuentagotas y cada nueva noticia parece ser un bocado más para calmar el hambre voraz de aquella bestia que parece nunca saciarse por completo. Uno de los exponentes más salvajes, e incluso hasta bizarros, de esta realidad son las redes sociales donde la información alcanza su punto de ebullición y estalla en millones de partículas. Tanto cuentas personales como portales de noticias se expresan fervientemente, muchas veces sin el conocimiento suficiente al respecto de lo que opinan, generando de esta manera palabras que se recepcionan como información cuando no son más que conjeturas. Sin embargo, es importante aclarar que a través de esto que escribo mi objetivo no es menospreciar la opinión ni a los que opinan sino visibilizar cuan dañino puede ser este error de considerar lo que algunos piensan como información objetiva.  

En el desarrollo del lunes comenzó a darse una seguidilla de conferencias de prensa y declaraciones por parte de los distintos representantes partidarios de la política nacional comenzando por la UCR, el PRO, el Frente Renovador, etc. que a través de conjeturas desafortunadas no hicieron más que intentar generar una acumulación política para el año entrante. El día culminó con la tan ansiada declaración del Frente Para la Victoria. Periodistas, políticos e incluso figuras del espectáculo manifestaron públicamente sus posturas sin escrúpulos transformando al medio televisivo en un interminable episodio de “Hablemos sin saber”. A su vez, paralelamente, las redes sociales se transformaron en el escenario de una batalla campal virtual en dónde todos opinaban sin mesura y oficialistas y opositores se enfrentaban en un debate político que excedía el hecho de la muerte del fiscal. En twitter el domingo a las 23 hs. el hashtag #MuertedeNisman comenzó la carrera hacia el puesto de Trending Topic, el que alcanzó rápidamente para luego ser reemplazado por hashtags como #YoSoyNisman, #JeSuisNisman (haciendo alusión a “Je Suis Charly”) y, en un pico de incoherencia, culminó en #CFKAsesina. 


 Todo el buracán de opiniones y datos al respecto se transformó en un caldo de cultivo propicio para aquellos oportunistas de tendencia golpista que, como en muchas otras ocasiones, aprovecharon para expresarse contra el gobierno nacional llegando al punto de acusarlo por la muerte de Alberto Nisman. Leuco, Nelson Castro y Lanata, especularon sobre la culpabilidad del oficialismo y este último se animó a decir "¿El tipo antes de declarar se mata? Vamos, chicos..." agregándole aún más leña al fuego que sus seguidores adoran y preparan ansiosos esperando que llegue el día en el que puedan quemar viva a la presidenta, entre ellos mejor conocida como la “yegua grasa cretina”. Este mismo sector fue justamente el que se manifestó ayer en diversos puntos del país con la consigna oficial de “Justicia por Nisman” a través de la convocatoria difundida en las redes sociales y, como siempre, también a través de los medios opositores que con ángulos de cámara engañosos le atribuyeron a estas concentraciones una masividad que no tuvieron. Lo que indudablemente no faltó fue una muestra del exacerbado odio visceral que la jefa de estado genera en estas personas.


 Con carteles y canciones dejaron en claro su rechazo al oficialismo, no solo por creer que es culpable de  la muerte del fiscal que había formulado una denuncia contra la presidenta sino por una interminable lista de medidas que, de una u otra forma, habrían afectado sus intereses y –según ellos- los de la “república y las instituciones”. Entre muchas otras cosas, se acusó a este gobierno de ser de facto, de violar los derechos humanos, la libertad de expresión y la existencia de la democracia.
Tampoco faltaron los ataques más personales dirigidos a Cristina que iban desde “yegua grasa” a “asesina”.  Resultó hasta curioso ver como en el transcurso de un día una persona que recién se hacía lugar en la escena mediática y política nacional, una persona que según diversas fuentes tenía relaciones directas con estados unidos, pasó a transformarse repentinamente en un ejemplo a seguir, en un héroe y hasta en un paladin de la justicia para una parte de la sociedad por haber hecho una denuncia contra el oficialismo y por haber sido según ellos, supuestamente, asesinado a sangre fría por la cretina y sus secuaces. 




 Este tipo de situaciones dejan ver la polarización presente hoy en el país que ha llegado al punto en el que, sin mesura alguna, se agrede de esta manera. Las diferencias políticas han existido siempre pero el nivel de pasión y odio emocional presente en la sociedad que se identifica como “opositora” ha trascendido los límites de lo moral, quedando casi a la misma altura de aquellos que pintaban paredes con la lúgubre leyenda de “Viva el cáncer”. 


Me atrevo a decir que la movilización que este caso generó no apeló a la sensibilidad por la vida humana, más allá de quién haya sido Nisman, ya que de haber sido así, entonces ¿por qué no toda esa gente se movilizó también por Julio López, por Luciano Arruga, por Marita, por Patóm, por Jere, por el Mono o por tantos otros? ¿Por qué esa gente no se sensibiliza por las condiciones de vida paupérrimas que aún atraviesan miles de argentinos o por el gatillo fácil o por las redes de trata? La movilización que este caso género interpeló directamente a una postura ideológica, política, particular y no, como dicen muchos, a la sensibilidad y aprecio por la vida. 







 Es evidente que este es un hecho, que por sobre todas las cosas contiene una fuerte carga política. A pesar de que no voy a especular acerca de si la muerte de Nisman fue el resultado de un asesinato o un suicidio, ya que no me compete en lo más mínimo, voy a decir (siempre como una opinión) que sirvió para desencadenar una ola desenfrenada de violencia mediática, una nube turbia en la política. 

Lo único que al día de hoy está claro es que Nisman se llevó con él al periodismo y al sentido común de la Argentina.




(las imágenes de los manifestantes son del álbum "La plaza de los Nisman" de http://somosmafia.com.ar/ )

domingo, 30 de marzo de 2014

Hay que matar a todos esos negros de mierda (literalmente)

 “A estos negros hay que matarlos ya a todos."

Fuerte ¿no? 

En estos últimos días cosas no tan diferentes a esta fueron moneda corriente en los medios de comunicación a raíz de los episodios violentos dados en diferentes puntos del país que consistían en linchamientos masivos a personas acusadas de robo.

En Rosario se dio un caso en particular en dónde la barbarie cruzó todo tipo de límites. David Moreira, un joven de 18 años, era el mayor de tres hermanos, trabajaba como peón de albañil y no tenía antecedentes penales. David Moreira, hijo de Lorena y Alberto fue golpeado salvajemente por los vecinos de Azcuénaga, Rosario, por haberle robado un bolso a una mujer de la zona. Cuando escapaba con su compañero en una moto, esta fue interceptada por una camioneta y, mientras su amigo escapaba, él fue víctima de la furia de los vecinos que lo golpearon hasta dejarlo inconsciente en la calle. Fue desde las 17:00hs hasta las 19:30hs, según relató una vecina, que yació en el suelo casi muerto hasta que lo vinieron a buscar. Luego de cuatro días agonizando en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez con graves traumatismos y pérdida de masa encefálica, finalmente falleció el miércoles pasado.

Por más horripilante que parezca, el caso de David fue el que terminó de la peor manera, pero no fue el único episodio de ese estilo que se dio en estas últimas semanas. Fue el pasado sábado 29 de Marzo cuando en Charcas y Coronel Díaz, luego de que intentara arrebatar la cartera de una mujer, otro joven fue interceptado y mientras el portero de un edificio lo sostenía, la gente se iba turnando para pasar de ser solo espectadores a ser protagonistas de una escena ultra violenta en dónde el objetivo era golpear salvajemente al joven que sangraba sin parar casi inconsciente en la puerta de un edificio. El minuto a minuto del momento fue relatado por un testigo vía twitter (http://www.infobae.com/2014/03/29/1553705-intentaron-linchar-palermo-un-menor-que-robo-una-cartera) que, narrando detalladamente la situación, menciona un momento en el que el esposo de la mujer a la que le habían robado la cartera, luego de haber golpeado furiosamente al chico, se sienta en el cordón y, entre llantos, dice “basta”.

Pero, ¿Basta de qué? ¿Basta de negros de mierda que roban? ¿Es eso lo que hay que pedir? ¿Que no haya más negros en la calle robándole a los “laburantes”? ¿Qué haya más policía para castigar como se debe a estos sectores? Probablemente eso es lo que mucha gente de la clase media, clase alta hoy en día pide. Probablemente esa sea la solución que estos grupos planteen. Lo que definitivamente es, de manera certera y no probable, claro, que estas no son soluciones en lo más mínimo.

El problema de la inseguridad es un debate que ha enfrentado a la izquierda y la derecha desde hace ya varios años, es un asunto para el cual los diferentes sectores proponen opciones que parecen no tener ni los más mínimos efectos. La solución propuesta por el sector de izquierda que implica un cambio rotundo de sistema, más y mejor educación y condiciones de vida iguales, parece ser un sueño a esta altura, y cualquier tipo de propuesta es correspondida con oídos sordos por parte de los grupos de poder. Por otro lado, la presencia de más policías no genera de ninguna forma menos inseguridad, sino que por lo contrario, incrementa la corrupción de las fuerzas de seguridad, el sometimiento de las clases populares, el accionar del narcotráfico y la trata. Casos como el de Luciano Arruga son ejemplos claros del nivel de corrupción asqueroso que se manifiesta hoy en la Policía. Entonces ¿Cuál es la solución? ¿Qué sea la misma clase media la que se encargué de reprimir y asesinar a los “chorros”?

Una frase del relato del testigo del linchamiento en Coronel Díaz fue ¿Qué es lo que nos hace sentir tan huérfanos de Estado que empezamos a actuar como el Estado? Ahora, la pregunta es ¿Asi debería actuar el Estado según estas personas? ¿Masacrando a patadas a un pibe que roba una cartera, probablemente para comer? ¿Eso es lo que exige la sociedad del Estado?

Nos encontramos frente a este tipo de dilemas constantemente, porque para muchos, cuando la policía es violenta en la calle son unos hijos de puta, pero cuando la gente lo hace es porque “se defiende de los negros”. Hemos llegado a un punto en el que este tipo de situaciones no sorprenden, en el que parece normal cagar a palos a un pibe de 18 años hasta matarlo, en el que resulta “vergonzoso” que la policía lo rescate, y no porque sean paladines de la justicia, sino porque no les quede otra.

En estos casos el individualismo que existe, la violencia extrema, el racismo descontrolado se disfraza de ajusticiamiento, de empoderamiento de los laburantes para defender lo que se ganaron trabajando. Parece ridículo y es hasta triste, ver como esta gente pierde hasta la última gota de humanidad en estos episodios, sin remordimiento alguno y llena de resentimiento, contra pibes que no son más que las víctimas más inocentes de un sistema de mierda en el que la opresión y la exclusión parecen no dejarles otra salida real más que robar una cartera para poder sobrevivir una semana más. 

¿Y ahora qué va a pasar con la gente que mató a David? ¿Qué va a pasar con la gente que cagó a palos al pibe en Coronel Díaz? Porque si los negros son los que hacen eso los meten presos hasta quién sabe cuando, si los negros son los que hacen eso hay una ola de inseguridad, si los negros son los que hacen eso convocamos a marcha, si los negros son los que hacen eso son unos monos, pero claro, si lo hacemos nosotros, los de clase media, somos la liga de la justicia. ¿Van a quedar impunes todas esas personas que patearon a David?  ¿Van a ir a su casa a comer con sus hijos como si fueran héroes? Seguramente, porque ellos tienen una vida bien, son civilizados y funcionales al sistema ¿no?

Nadie nunca pensó en la historia de vida de la persona que están desfigurando a patadas, nadie pensó que quizás era un pibe que no comía hace tres días, o que tal vez por más de que comía, lo único que se le enseñó en su casa y le demostró la vida es que robar es la única salida, porque por ser negros de mierda ningún trabajo es suficiente, en ningún lugar más que en sus barrios van a ser considerados seres humanos semejantes. Suena fuerte, quizás también exagerado pero es esa la realidad que estos pibes afrontan, y para ciertos sectores parece no haber otra solución más efectiva que matarlos. La educación, la inclusión, la justicia real parecen ser banderas de pocos en estos días. 

Piden que sus críos se salven,
y no piden más.
Sin interrumpir, sin cortar una cabeza,
aunque por la calle
huela a muerte de la más
salvaje, (y más también).

https://www.youtube.com/watch?v=6HY1wSZLRyI